Poeta estrictamente cesante

Días de plumaje difícil, amarillento, en ese otro marfil
que no es el de los trigales, cuánto polvillo
para pararte en lo pernicioso de esos zapatos y salir
así a dónde por este Santiago-capital-de-no-sé-qué
a buscar trabajo, kilos de trabajo,
litros de esa especie sucia que no es amor
ni Pound ni Píndaro, que hace agua por todas partes.

Y tanto para qué, eso es lo que me dicen impertinentes, intermitentes por los vidrios en
la trepidación liviana del Metro esas dos
que van ahí bellísimas a la siga de nada
que no sea semen o fulgor
de hombre, zafiro de hombre
para la transparencia de la turquesa, y yo aquí jade
negro con este traje
de loco que no va más, que
no ha ido tal vez nunca.

Abiertas las escotillas ya es otra cosa, adiós
fragancia de ellas, subo al revés
de los mineros a lo áspero de la veta, fumo smog,
duermo smog, soy smog, lavo mi cerebro en smog, me
llamo asfixia y esto es la ciudad con sus cúpulas
de smog, alicate el resuello,
cortocircuito desorbitado de su órbita el
corazón, pesado el saco, alúmbrenme
alambre las costillas.

Puede usted ocho horas, quince, novecientas así
toser, busca que busca altura, Ħqué bonitos los Bancos
recién pintados para la fiesta con su esqueleto de lujo
y lujuria, ésta sí es Eternidad
y certidumbre!, deposite aquí su alma por
rédito y más rédito fresco, y
no lo piense más, esta noche
será rey, lo lavarán desnudo en la Morgue
como cuando vino: sangre
y sienes; con un pistón lo lavarán
rey ahí,
quietecito.

 

De Del relámpago, 1981