Con el título
de 50 poemas, Ediciones Ganymedes publica (23 de abril de 1982)
la última producción de Gonzalo Rojas reunida en libro y
con ella, la décima edición del sello. Ganymedes ha tenido
el tino de publicar a excelentes autores, entre quienes se cuentan Nicanor
Parra, David Turkeltaub, Enrique Lihn, Jorge Edwards, José Donoso,
Óscar Hahn y una panorámica discutible de la poesía
chilena actual, pero que tuvo el gran mérito de incluir a dos jóvenes
poetas, Armando Rubio y Rodrigo Lira, ambos trágicamente fallecidos
durante el año pasado.
En esta oportunidad,
el último libro contiene cincuenta textos poéticos de Gonzalo
Roias, todos seleccionados rigurosamente por el propio editor, en los
cuales se incluyen muestras poéticas representativas desde La
miseria del hombre (1948), hasta poemas inéditos de reciente
data. Las ilustraciones son del notable pintor chileno Roberto Matta E.,
quien facilitó sus piezas artísticas especialmente
para esta edición, de tal modo que asistimos a una conjunción
de talentos creadores del más primerísimo orden que se puede
dar en este momento en Chile. Si a todo lo anterior se suma el innegable
hecho de la pulcritud y perfección de la edición,
increíblemente sin erratas, estamos ante un fenómeno nuevo
en publicaciones de este género. No ante un dechado ideal, pero
sí frente al mayor esfuerzo formal de responsabilidad editorial
que se haya visto últimamente en nuestro país. Y esto es
admirable en grado sumo. Gonzalo Rojas hasta la fecha era para nosotros
un poeta chileno publicado exclusivamente en el extranjero. USA, España,
México, Venezuela, entre otros países, con la exigente anuencia
de importantes centros de la cultura europea y americana; sin embargo,
paradójicamente, en nuestro territorio su poesía impresa
era desconocida, sobre todo aquella escrita en forma posterior a su segunda
obra Contra la muerte (Santiago de Chile: Universitaria, 1964).
Con este libro primoroso reingresa a su mundo de siempre, con la propiedad
y altivez que a su poesía caracterizan; pensamos que vuelve a nosotros
-tal como lo dice Turkeltaub en el prólogo a la edición
citada- con "las vibraciones del pulso más certero".
Esta obra
es la última y, al mismo tiempo, son las páginas finales
de la anterior, pues la obra de Rojas es única e ininterrumpida;
no obstante en ella se registran variantes, nuevos órdenes y disposiciones.
No resistimos la idea de comparar 50 poemas con su Del relámpago
(México: Fondo de Cultura Económica, "Tierra Firme",
1981). Si en este último se conservaba la inalterable línea
del registro del tres en el uno del pensamiento poético ("Larvario
a los 60"), separado en las tres secciones clásicas, ahora asistimos
a un continum sin aparentes marcas formales. Dicho en otras palabras,
se pone de relieve en 50 poemas la composición total de
una poesía, que se revela nuevamente en la misma forma, pero, sin
sus divisiones externas. El criterio de selección ha sido el de
no respetar las antiguas fórmulas indicadoras de Rojas: no obstante
éstas, internamente se han mantenido, pues no hay duda de que asistimos
con este nuevo libro -una vez más- a la preponderancia de los aspectos
eróticos, tanáticos y numinosos, incluidos otros registros
como el genealógico y el referencial inmediato. Por otra parte,
notamos que ahora se ha privilegiado el eros lírico; casi la mitad
de los poemas proceden de dicha fuente; y ¿qué duda cabe?: Gonzalo
Rojas es el gran poeta de la dimensión erótica, aquella
que se consigue con el movimiento pendular que va del amor a lo más
hondo y de éste a la muerte misma que conducirá a la abertura
por donde se mira todo, incluso la vida. De una vez por todas, planteamos
que Gonzalo Rojas es el poeta del amor de todas las épocas y, en
ese sentido, será recordado y estudiado con el tiempo y la estatura
mayor que éste le dará.
50 poemas
entrega -además- parte de la última producción que
hasta el momento de la publicación se encontraba inédita;
entre los poemas que refuerzan la calidad del eros rojiano, anotamos:
"A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro", "Aiuleia por la resurrección
de George Bataille", "Uptown". Y ese gran poema, no de la muerte, sino
de su tratamiento, "La almohada de Quevedo", destinado a figurar en antologías
del futuro. Concluimos esta brevísima relación deseando
que "la mano en su transparencia de cinco virtudes áureas ("Para
órgano") siga tejiendo y urdiendo la escritura en ese telar secreto
con las indicaciones que ofrece la partitura de la videncia.
en: diario
"El Sur", Concepción, 6-VI-1982, p.55.
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